Para jugar a ese olvidado arte de la comunicación
Mikel Quetglas
Voluntario de la Fundación SoyComotu
Cuatro paredes de madera exquisitamente dibujadas que conforman un gran cubo, atravesadas por unos tubos que conectan una pared con la opuesta y sobresalen un palmo de la estructura. Aparentemente un cajón sin sentido, una extravagancia más de una artista desconocida, hasta este momento, nos estamos refiriendo a Belén López, una nueva compañera en el equipo de voluntarios de la Fundación SoyComotu .
Mas, ¿qué sucede cuando algún anónimo curioso decide detenerse, acercar sus labios al tubo y comenzar a expresar sus emociones, describir alguna vivencia personal o simplemente leer uno de esos maravillosos textos que cuelgan en los laterales de este gran cajón de los susurros?
Maravilloso. En la pared opuesta empiezan a escucharse voces, susurros. Un valiente, una persona atrevida, con tiempo y ganas de experimentar, acerca el oído al tubo que emite los sonidos y: ¡sorpresa! ¡El Cajón revela toda su magia! … Dos personas desconocidas comunicándose a través de esos muros que nos impiden observar quién está al otro lado del canal. Es por ello, tal vez, por lo que nuestra atención se acentúa y nos concentramos en las palabras que surgen a borbotones, graciosas y juguetonas.
Al comienzo la escucha se hace difícil; nos cuesta hilvanar el sentido de todas aquellas palabras que fluyen y retumban por el sonoro hueco pero, poco a poco, conseguimos descifrar el mensaje que transmiten. Nos vamos haciendo con el tono, el timbre de voz, e imaginamos quién puede ser la persona que hay tras esas blancas paredes.
Quien se expresa, lo hace con la esperanza de que alguien lo escuche. Con ese sentimiento trata de hacerlo con claridad, con tono suave, delicado, invitando al receptor o receptora a que se mantenga a la escucha el tiempo necesario:
-Perdone, ¿tendría usted un momento? ¿Sería tan amable de escucharme? Necesito expresarme y no encuentro con quién hacerlo.
Tras haber experimentado la magia del cajón, me asaltan una serie de preguntas: ¿En verdad, cuando nos comunicamos escuchamos a quien nos habla?, ¿Nos escuchamos?, ¿Prestamos la suficiente atención?, ¿Valoramos la importancia de saber comunicarnos?, ¿Hasta qué punto nos concentramos en la conversación?
Quizás la comunicación se haya vuelto, para muchos, una forma entretenida de matar el tiempo, de rellenar el hueco vacío que, en ocasiones, atormenta nuestras vidas. Nos reunimos y hablamos huyendo del tedio y el aburrimiento que se nos muestra, como telón de fondo y nos azota de vez en cuando. Yo me pregunto, ¿realmente, es ésta la mejor forma de hacerlo?
Todo es fantasía y no hay más que fantasía. El hombre en cuanto habla miente, y en cuanto se habla a sí mismo, en cuanto piensa sabiendo que piensa, se miente (…) la palabra, este producto social, se ha hecho para mentir, para exagerar nuestras sensaciones e impresiones todas, acaso para creerlas, como escribía en Niebla Miguel de Unamuno.
Prefiero pensar que la comunicación es todo un arte que es preciso practicar con dedicación y detenimiento para disfrutar plenamente de ella. Aprender a expresarse y saber escuchar serán los principales ingredientes para disfrutar del placer de una buena conversación.
¿Se os ocurre algo más estimulante y saludable que el logro de un diálogo honesto y sincero entre dos personas?
Pues bien, todos estos pensamientos me asaltaron al descubrir este sorprendente “Cajón de las Susurros” que mi compañera Belén López diseñó con tanto cariño y dedicación para el Acto de Clausura de los Talleres de Participación Social y Creatividad 2015 que la Fundación SoyComotu celebró en pasado 26 de Junio en el Cuartel de Artillería de Murcia.
Estará expuesto hasta el Viernes, 11 de julio, y la entrada es gratuita.
Os animo a que visitéis la exposición. ¡No os dejará indiferentes!