«Tras el vivir y el soñar está lo más importante: despertar». Antonio Machado
El mindfulness, conocido como conciencia plena, atención plena o como traduce el científico chileno Francisco Varela: presencia plena-conciencia abierta», consiste en la posibilidad de vivir aquí y ahora, en tiempo presente, prestando atención de manera consciente a lo que nos sucede, sin interferir nuestra percepción con los prejuicios o pensamientos sobre lo que ha ocurrido en el pasado o lo que podrá pasar.
Aunque esta práctica milenaria ha sido introducida poco a poco en Occidente a través de un intercambio cultural con maestros budistas, sólo ha cobrado relieve al descubrirse de forma científica los beneficios de esta práctica tanto para la reducción del estrés como para la regulación emocional en situación de crisis, el dolor crónico, la ansiedad, la depresión, la psicosis y el TLP, entre otros, además de los notables cambios que se ha demostrado que produce en el cerebro y en los sistemas nervioso e inmunológico.
Podríamos pensar que practicar el activismo y el mindfulness es algo incompatible, ya que uno incita a la acción y el otro a la meditación, pero no es así. De hecho, para ser un buen activista, un primer paso consiste en tomar conciencia de quiénes somos, de dónde partimos, qué prejuicios y estereotipos median nuestras actitudes y conductas, e intentar salvarlos para centrarnos en el aquí y el ahora de la lucha contra el estigma y el autoestigma.
En la sesión del pasado viernes 17 de noviembre, fue Chiqui, activista y miembro del Equipo de Mucho + Que Voluntarios de Fundación SOYCOMOTU, la encargada de abrir el taller de activismo con una práctica de mindfulness basada en focalizar la atención en la sensación del gusto, una práctica con la que se intenta iniciar cada sesión para desconectar del estrés del día y poner atención en los temas a abordar en el taller.
A tener presente: no olvidar que en el mindfulness lo importante es la experiencia de practicar, no los resultados.