Por Mikel Quetglas
Voluntario de la Fundación SoyComotu
No me va a resulta fácil explicarlo, pero intentaré hacerlo a través de las siguientes líneas:
Comenzaré diciendo que, desde hace más de un año, colaboro con un grupo de personas que conforman el equipo de voluntarios de la Fundación SoyComotu , ansiando poder ser de utilidad para el grupo y aportar algo de mí que ayude a la consecución de objetivos que mejoren la vida de otras personas. Desconozco si éste es el significado íntimo del voluntariado pero de esta forma interpreto mi labor a día de hoy. Al pensar en ello me invade un sentimiento sereno de responsabilidad, de respeto, de trabajo con sentido, de entrega y compromiso, características, todas ellas, propias del voluntario que aspiro llegar a ser. Me cuesta escribir sobre ello pues trato de elegir las palabras que mejor expresen mi estado actual ya que, en mi caso, definirme como voluntario supone definirme como persona, y eso no es tarea fácil.
Si recordara cómo y en qué condiciones me encontraba antes de entrar en contacto con la Fundación, destacaría la falta de sentido, el vacío y la soledad que me acompañaban, fruto de decisiones equivocadas y experiencias mal interpretadas. Pensé en disimular y esconder este sentimiento formando parte de un grupo. Ansiaba encontrar “un lugar en el mundo” y rescatarme del abismo de mi existencia. Estas intenciones primarias no dejaban de ser partidistas e interesadas, contrarias al espíritu que nos define como Fundación, a saber, “Hazlo por los demás, hazlo por ti” que, a mi juicio, debería ser el compromiso íntimo de cualquier acto de voluntariado. (No fue una manera, digámoslo así, demasiado ortodoxa para dar comienzo a mi andadura).
El contacto con el grupo y las experiencias recogidas durante las campañas de sensibilización que hemos ido realizando durante este año en colegios e institutos, con chicos y chicas de 6 a 19 años, enseñándoles a cuidar la salud mental, la suya y la de sus compañeros, evitando las actitudes, prejuicios y conductas de rechazo y discriminación hacia los compañeros que tienen un problema psicológico, han ido despertando mi lado más humano y emprendedor.
Recientemente conversé sobre esta cuestión con un gran amigo y me dio el siguiente punto de vista, que a continuación comparto. Fue muy enriquecedor para mí y pretendo que guíe mis próximos pasos como voluntario:
“Lo importante no son las personas; éstas vienen y van, persiguiendo sus objetivos o buscando su propio destino. Lo importante es la idea que nos une, imaginarla y creer en ella, perseguirla, trabajar y mejorar cada día para conseguir sentirla y poder hacerla realidad, superando nuestras inseguridades y haciendo frente a las dificultades que acontezcan en el camino”.
En nuestro caso, consistiría en lograr erradicar el estigma asociado a las personas con problemas psicológicos en la sociedad actual. Para lograrlo, cada una de las personas que formamos parte de este proyecto debemos ofrecer lo mejor de nosotros mismos, reinventarnos, recuperar nuestras aptitudes y valores, y ponerlas al servicio de la idea que nos une. En un principio, como fue mi caso, puede que estas cualidades permanezcan escondidas, dilapidadas bajo el recuerdo de frustraciones y experiencias dolorosas previas, bajo el manto de decisiones equivocadas y vidas extraviadas que cada uno arrastramos, pero con esfuerzo, perseverancia y voluntad pueden ser rescatadas y puestas al servicio de un objetivo que atraviesa nuestras propias barreras y florece más allá de nuestros límites individuales, dando vida y color al conjunto de la sociedad a la que pertenecemos y en la que nos proyectamos.
Y, llegado a este punto, me pregunto: ¿Por qué ser voluntario de la Fundación SoyComotu y no de cualquier otra organización? Porque no hubiera podido ser de otra manera.
Hubiera sido coherente pedir ayuda pero ni siquiera barajé la posibilidad de acudir a un profesional. Temía que, si lo hacía, si compartía mis pensamientos, mis emociones, mi dolor; ¿me pondrían la etiqueta de loco?, ¿qué pensarían de mí?, ¿ya no habría solución?, ¿me rechazarían? Opté por no confirmar si mis sospechas eran ciertas.
En el punto más crítico, a punto de perder la noción de la realidad, con ideas delirantes y altos niveles de insatisfacción, ansiedad y dolor, finalmente di el paso y acudí a un psicólogo quien me proporcionó la ayuda que necesitaba. En estos momentos, desde la perspectiva que ofrece el tiempo y la mejora, sería interesante descubrir qué me hizo no plantearme la idea de pedir ayuda. La respuesta es evidente: el Prejuicio hacia los Problemas Psicológicos.
Nunca pude compartirlo con mi familia ni ellos percibieron mi sufrimiento, tampoco lo hice con mis amistades, que fui perdiendo, y traté de buscar soluciones por mí mismo, busqué la solución en terapias alternativas, que, lejos de ayudarme, complicaron, aún más si cabe, mi delicada situación. “Si reconocía que tenía problemas psicológicos y acudía a un psicólogo, estaría definitivamente loco”, pensaba.
Ahora respiro, tomo aire y miro hacia un horizonte generoso que ofrece posibilidades y nuevas oportunidades donde plasmar mis sueños. Uno de estos sueños sería lograr normalizar los Problemas Psicológicos en nuestra sociedad actual, poder compartir nuestras emociones sin temor a conductas discriminatorias, dejar atrás las etiquetas que generan rechazo y nos aíslan y empobrecen como personas.
“Soy como tú, a pesar de no serlo en esencia, a pesar de comportarme de una forma diferente a la esperada, a pesar de tener gustos y aficiones particulares que pueden no coincidir con las tuyas. Hay circunstancias que me cuesta afrontar y, en alguna ocasión, he tenido que acudir a un psicólogo para poder superarlas. Busco ser feliz y me gustaría que no me rechazaras ni me etiquetaras por ello, ¿me ayudas?”.
Lograr que esta idea germine en nuestra sociedad alimenta mi vocación hacia el voluntariado. Evitar que nuestras aptitudes queden encerradas por la vergüenza a destacar, a ser diferentes; fomentar y potenciar la libre expresión entre las personas, sin juicios previos que asfixien nuestro entendimiento y capacidad de comprensión; recuperar con el ejemplo, la práctica y la voluntad, valores propios del ser humano como son la cooperación, la empatía y el respeto entre las personas; las considero motivaciones esenciales para mi participación activa en esta causa.
Desde que formo parte de la Fundación SoyComotu me siento más cerca de las personas, más consciente del sufrimiento y el dolor ajeno y de la necesidad de aportar lo mejor de mí para lograr un mayor bienestar social. ¡Aún me queda un largo camino por recorrer!
“Hoy soy más voluntario que ayer, pero menos que mañana”.
Ser voluntario me estimula a ser, cada día, un poco más humano y menos competitivo; me invita a buscar aquellas cualidades más nobles de mi persona y crecer con ellas; a ofrecer ayuda y a ser capaz de pedirla cuando la necesito. Esta sensación me hace sentirme bien y mi vida comienza a tener sentido. ¡Todos merecemos una oportunidad como ésta!
Un abrazo afectuoso.