Texto y fotos: Jose Ayala
Alumno del Taller de Fotoperiodismo
Fundación SoyComotu
El mejor día de la semana es el viernes y es por la clase de fotoperiodismo. Abre para mí un fin de semana más feliz en compañía de unos compañeros y una profesora simpáticos y agradables.
No podía haber sido mejor este curso. Desde luego, no podía haber sido mejor.
Escribiré sobre el primer viernes gastronómico que realizamos en clase. Nuestra clase. Sólo dos compañeras y yo acudimos ese día, con lo que fue una clase distinta en cuanto al apoyo que la profesora pudo darnos. Mayor apoyo individual que se nota a la hora de asimilar lo que Sandra nos explica, ya sea sobre fotografía o sobre otro tema relacionado con la psicología o la enfermedad mental.
Teníamos sobre la mesa verduras, frutas y líquidos dispuestos correctamente, listos para trabajar con ellos lo que se llama fotografía gastronómica. Mediante un pequeño sorteo, con el grupo de alimentos escrito en un papel, observé que me había tocado trabajar con la fruta. A mi compañera Inma le tocó la verdura y a Raquel o, como yo le llamo alegremente, “la dueña del grupo de whatsapp”, que es mi otra compañera, le tocó fotografiar líquidos.
¿Qué es lo que queríamos expresar exactamente con la disposición de los alimentos, de esta u otra forma determinada antes de fotografiarlos?. Para un novato en fotografía como yo, la respuesta es simple: obtener una buena fotografía es la meta. Y es la misma meta que los grandes fotógrafos tienen en mente. Y eso me gusta. No estamos en el instituto aprendiendo ecuaciones y fórmulas complicadas para, seis años después, olvidarlo todo estudiando algo que no tiene nada que ver con la profesión que elijamos en el futuro.
Volviendo a la fotografía de aquel día en concreto, coloqué la fruta de tal modo que quedara lo más artística posible, jugando con la luz y las sombras (demasiadas sombras comprobé más tarde) y quedé sorprendido por lo que iba creando. Fotografías que aparecían de la nada, sólo con comida que íbamos poniendo de distintas formas en un plato. Sí, estaba creando arte, por decirlo de algún modo. Y lo hacía ante un plato con comida, cosa que nunca habría imaginado, más allá de llevar a cabo el ritual de sentarme a comer en una mesa ante un plato.
Hice fotos de todos los ángulos que se me ocurrieron. Puse cuatro fresas aquí, cuatro allá y un limón troceado. Plátanos y tomates formaban una sonrisa en la primera foto que hice ese día. Así me daba la bienvenida a aquel gran día de clase.
Inma también hizo arte con las verduras. Destacable para mi gusto cuando aplastó un tomate, creo que con la tabla de cortar, destilando un arte especialmente bizarro, esperando ser fotografiado. Luego preparó un plato de kiwis troceados de forma muy simétrica.
A Raquel le tocó fotografía líquidos, era la que, a mi parecer, lo tenía más complicado. ¿Cómo fotografiar líquidos sin limitarse a hacer la foto a una botella o a una copa?. Me preguntaba yo. Pues si se puede. Sandra lo demostró ayudando a Raquel a crear largos chorros de agua o de vino y a fotografiar el instante exacto de la caída de éstos.
Habríamos hecho maravillas con los trucos que nos explicó Sandra que se usan para hacer algunos anuncios de bebidas en televisión.
Luego, Raquel se atrevió a crear un plato con fresas y plátano troceados. Yo hice lo mismo con una rodajas de naranja con azúcar moreno y miel.
Todo lo que hicimos, hubiese sido inútil sin la ayuda y apoyo de Sandra. Ella es una gran profesora. La idea fue sólo suya. Nosotros nos limitamos a seguir sus explicaciones.
No hace falta decir que, con días como éstos, ¿quién no se siente un artista?. Los problemas desaparecen por completo y uno se siente un ser humano útil en esta vida.