Un Lienzo de sueños
“El Baile de los últimos”
Por voluntario de la Fundación SoyComotu
“…Tras los cristales de la ventana sigue cayendo la lluvia. La siento fría, desapacible, como si fuera de noviembre. Lleva así toda la noche, desde que oscureció. Mi reflejo sobre el cristal me devuelve al interior de la taberna. El aire viciado es una mezcla de tabaco rudo, algo fuerte, olor a guiso y humanidad. Los clientes se distribuyen entre las mesas y la barra mientras unos músicos tocan viejas canciones pasadas de moda. Se habla a gritos en una epifanía de licores. Fauna nocturna de las alcantarillas de París, malditos sociales. Proletarios descastados que maldicen su suerte ante vino barato mientras burguesitos (modernos les llaman) juegan a mayores entre vasos colmados de absenta. Entre medias, como reflejos de mariposa, pululan las princesas de la noche envueltas en ajados vestidos que un día brillaron como luciérnagas en el cielo. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Pasean sus encantos entre las mesas, regalando sonrisas puras, níveas.
Reparo en una de ellas. Es de estatura media, de más de treinta años. De ojos castaños, con un abundante pelo negro. Su flequillo se derrama graciosamente sobre su frente. En jarras se para ante una mesa.
Sin dejar de sonreír le pregunta con gracia al parroquiano si no la va a invitar a un vino. El hombre lleva una gorra roja, algo descolorida, parece de viejo uniforme francés. Soldado de otra época, su aire ácrata entona su victoria -ganada, eso sí, al precio doloroso de una Comuna derrotada- sobre los guantes blancos y los sombreros de copa.
Levanta airoso su cabeza y mirándola le responde bromista que por una sonrisa como la suya le traería hasta el vino que le hizo perder a Noé el respeto de sus hijos. La señora, riéndole la gracia, se sienta con él y comienzan a hablar y reír como si se conocieran de siempre. Los músicos siguen tocando y entonces ella, cogiendo su mano izquierda con la suya, le anima a bailar.
Él, tras levantarse, se pone recto aún con su mano cogida y, con todo respeto, mientras aprieta la gorra con la mano derecha, le pregunta si le haría el honor de bailar con él esa marcha. Ella, feliz, le responde afirmativamente con un quebrado sí.
Nunca una polca había sido tan hermosa…”.
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