Por los participantes del Taller de Literatura y Escritura Creativa
Fundación SoyComotu
Sesión XX. 29 de Abril de 2016. “Hete aquí un hombre acomodado al costumbrismo…”
Hete aquí un hombre acomodado al costumbrismo. El sol ha demacrado su piel hasta conseguir que en cada surco de ella podamos leer una triste historia. Su pelo, que ya no es, pudo ser el de cualquier otro. Su roída y maloliente ropa, nunca supo a nueva. Los dedos de sus pies quieren ser raíces que escapan de sus alpargatas en busca de tierra, tierra que ha debajo marcados en su cuerpo todos los años de trabajo. Así que, no juzgaremos a este hombre, sólo esta rama de almendro sabe el peso con el que cargaba.
Por Tomás Hernández
Hete aquí un hombre acomodado, encadenado al costumbrismo, incapaz de dar un paso al frente sin detenerse a medir la distancia recorrida. Siente lejana la vida preocupado en resguardarse de un posible aguacero mientras camina encorvado por un extenso, llano y árido desierto. Son tantos los peligros y tan escasos los recuerdos, ¡y tan frágiles eran las caricias con las que ella le obsequiaba!
Que se fuera no lo sospechaba, y menos aún sin decir adiós. Tan solo una nota junto al ticket de compra del Mercadona, sobre la mesilla del recibidor:
“¡Ahí te quedas viejo cabrón! ¡Haz una montaña con tus billetes y préndelos para que, por lo menos, te puedan dar calor!”
Por Mikel Quetglas
Sesión XXI. 6 de Mayo de 2016. “Sólo esta rama de almendro sabe el peso con el que cargaba…”
Solo esta rama de almendro sabía el peso con el que cargaba, dios había dejado de existir cuando su propia hermana había muerto de desnutrición, su barriga hinchada solo era una muestra más del abandono de la vida. Khaled apremió su paso, debían reconstruir su choza antes de la tormenta. Le picó una serpiente en el talón, arrastrando su pierna, intentó llegar al poblado, pero cuando llegó ya era tarde. El veneno le llegó a su pobre corazón y Khaled con 9 años, 6 hermanos y 20 kilos falleció. A los renglones torcidos de dios todo es corrector, eutanasia y ardor.
Por David Moreno
Sólo esta rama de almendro sabe el peso con el que cargaba, y que cargará irremediablemente, si el clima le es propicio, el año próximo.
Las personas nos desplegamos como nuevos brotes, guiados por la necesidad y una sed insaciable de ese otro que tanto dista de nosotros. Queremos y añoramos, amamos y odiamos, hasta que un buen día nos desprendemos de esa rama invisible que nos asía, y perecemos.
Somos todo y nada al mismo tiempo, gotas de lluvia que caen sobre un gran lago del que nada conocemos; y siendo esto así, me preguntaba, porque grito despavorido ante la inevitable caída de este fruto ya maduro.
Por Mikel Quetglas