Por Jose Ayala
Alumno del Taller de Fotoperiodismo
Fundación SoyComotu
Cuando llegamos al Cuartel de Artillería fue algo inesperado lo que encontramos, habían organizado allí un mercadillo de antigüedades, sobre todo juguetes antiguos y motocicletas viejas. Una vez dentro, mis compañeros de clase sacamos unas fotos de todo aquello, bien acompañados por los alumnos de la clase de pintura. Un viejo caballo de madera fue el elegido para ser fotografiado, para después, ser dibujado en un lienzo. La idea era ponernos por parejas con un alumno de pintura.
Me tocó una chica muy simpática. Luego, mientras mi nueva amiga pintora daba pinceladas aquí y allá, yo me limitaba a sacar fotos de ese proceso que es la ilustración. También intervine un poquito en el coloreado de la imagen, todo hay que decirlo.
Me sorprendí de lo que mi compañera me comentó de su forma de dibujar. Ella pensaba que lo hacía demasiado lento, pero pensé que era justo lo contrario, y se lo dije. Un caballo de madera, un coche de época, y una máquina de escribir antigua, pasaron de la fotografía al lienzo, cada uno de éstos realizado por un alumno de pintura junto con uno de Fotoperiodísmo. Y con ello una sensación maravillosa que no esperaba, como de satisfacción desmesurada. Orgullo de pintor, pensé. Tal vez no sea un Monet o un Van Gogh, pero era hermoso. Igual que se sentiría, quizás, el primer niño que subió hace décadas a aquel caballo de juguete, me sentía felíz al lado de esa chica que dibujaba a mi lado. Era felicidad compartida, eso era lo mejor de todo.