Por David Moreno Gambín
Participante del Taller de Literatura y Escritura Creativa
Fundación SoyComotu
Continuamos con nuestra sección de cuentos cosechados durante este curso recién acabado. En esta ocasión, el sarcasmo toma el testigo:
Torres más altas han caído, querido. No es que sea sólo un dicho popular. Como en todo buen suceso, los engranajes que hacen que se genere este dicho, de este populismo, están lubricados por la sangre y la discordia. Pero sólo es una historia de viejos, si quieres no te la cuento, no es de vital importancia. Pero la radio, al saberse escuchada y percibir la atención del chico, empezó a narrar:
En un tiempo y espacios remotos, donde todavía existían los vehículos sustentados por ruedas, un rey como el que hay ahora pero más inepto, por supuesto, mandó construir una gran torre llena de lujosas cámaras que atesoraban objetos exóticos y bellas criaturas. La torre, estaba construida, no te lo vas a creer, porque desde que nuestro señor Cristo McRonald nació ese término no se usa, para acercarse a Dios y mirarle a las grandes pupilas de los ojos y decirle. La radio carraspeó casi tosiendo, y sin venir mucho a cuento dijo: ¿Qué pasa tronco?
Vaya -exclamó Friedrich-. Ahora que se estaba poniendo interesante. El aprendiz de barrendero vaciló unos instantes y sus pálidos ojos brillaron un segundo, a continuación le dio una buena bofetada a la radio.
Bueno -prosiguió la voz sepulcral parecida a la de Morgan Freeman-. En este viaje o en esta aventura tenemos un forastero que intentó acercarse a Dios y fracasó.
La torre estaba dividida en un océano de salas, con más 50 pisos, no tenía ascensor, como Wislawa Szymborska. Tras más de dos años subiendo la endiablada torre, cuyas escaleras para subir a cada piso estaban custodiadas por una esfinge sin duda de pueblo, ¡porque era más cotilla…! Que si acertijo de esto, que si acertijo de lo otro y al final Friedrich -la radio tosió- digo el héroe cuyo nombre permanecerá en el anonimato por motivos socioeconómicos, se había dado cuenta que las respuestas era siempre las mismas: La muerte o el hombre. Qué esfinge más tonta, coleccionó las respuestas en código binario, y obtuvo una frase: ¿Qué levanta al alba apoyado en tres puntos, por la tarde con dos y por la noche con uno? –Más preguntas no. Gárgola insidiosa, ojalá tu lengua se convierta en avispas furiosas -exclamó el extranjero-.
Resulta que, en cada planta, solía haber un hechicero que le enseñaba un nuevo lenguaje a nuestro amigo. –A mí no me metas en esto, no soy tu amigo ni siquiera nos conocemos -gritó el extranjero con mala uva-.
El extranjero culminó su marcha cuando ascendió al último piso de la colosal torre, tan agónica y escarpada como una secuoya salvaje en un páramo casi maldito abandonado por la fama y por la dicha. Esta última planta, estaba constituida por una sola sala. Era la sala más variopinta de toda la literatura (MENTIRA).
El extranjero no podía creer lo que le transmitían sus curtidos sentidos: una habitación donde la gravedad parecía no existir, ni siquiera la relación causa-efecto, ¿Era un agujero negro? ¿Pero cómo era posible? Nuestro protagonista tenía frío pero donde no existe la causalidad, ¿cómo se calienta uno? De repente, miró al cielo y vio ballenas eclipsando el lugar donde debería estar Dios. Una ballena se estrelló contra algo. ¡Era un árbol, estaban rodeado de árboles gigantes y milenarios! En el fondo, sobre una piedra con forma de cocodrilo, brillaban dos figuras, pálidas y trémulas que parecían humanas, al menos una de ellas. El protagonista intentó hablar con ellos, pero el que se había presentado como el Marqués de Sade le arreó un mamporro a la otra figura que era, ya que nos ponemos, esperpéntica. Detrás de esta mafia de dos individuos, había un gran cofre negro, casi tiznado. El protagonista cual chismoso -no soy chismoso, solamente es que después de un viaje de dos años en el culo del mundo uno adquiere privilegios- defendió el forastero.
Bueno –continuó la radio-, la historia la estoy contando yo, y se hace lo que yo digo.
Friedrich, perplejo por el debate pero con curiosidad siguió escuchando el programa:
Bueno -oró la radio-. El protagonista abrió el cofre y sacó su contenido. Era un libro cubierto de polvo y ajado, pero un libro al fin y al cabo. El protagonista calculó que el libro tenía unas 500 páginas mas solo ponía “Tú eres el protagonista” en todos los idiomas del mundo. El protagonista en una especie de nihilismo negativo, de vacío existencial, de pena, como en Crimen y Castigo, asióse a una rama y sin dramas ni comedias se ahorcó.
La torre se derrumbó pero oyóse al Marqués de Sade, que estaba lleno de sangre, exclamar: Este tío es tonto, pero bueno…
La torre se derrumbó y la radio, henchida de valor, dijo: Casémonos Friedrich, hazme olvidar mi inmortalidad con tus canas.
Pero, ¿quién eres, quién soy? -preguntó el joven-.
Somos ficción como esas ballenas, somos nubes, somos moscas, lo somos todo, somos dioses somos mendigos. Lo difícil subyace en la metafísica: ¿Qué diablos no somos?
5 Comments
Nieves Martínez Hidalgo
Me ha encantado este cuento multicolor. Fantasía tras fantasía dibujas una realidad oscura con tinta trágico-cómica de buen narrador.
¡Enhorabuena, David! Maestro de las letras, de las moscas que cazas al vuelo, de hermosos rascacielos y de terroríficos y profundos subsuelos.
Esperamos contar contigo en nuevas ediciones del taller de literatura y escritura creativa.
Un fuerte abrazo y ¡feliz verano!
Carlos
Un cuento sensacional, David. Por lo que cuentas y por ese estilo mordaz y sarcástico con el que tanto disfruto. ¡Enhorabuena!
David moreno
Muchas gracias! Creo que las cosas o se hacen o no se hacen por lo que este relato está formado por el esfuerzo y el cariño, espero que este relato manifieste el orgullo que siento por la literatura.
Carmen María
Irónico y muy imaginativo!Un relato fantástico David,un abrazo.
Julia Ruiz
David siempre me sorprendes con tu imaginación y ocurrencias. Enhorabuena por este cuento