Por Tomás Piñero, activista y monitor del Programa de Sensibilización y Alfabetización en Salud Mental en las Aulas
Es bastante estudiado el concepto de autoestima, y lo cierto es que es un fenómeno esencial para cultivar una vida plena, para disfrutar de lo que uno hace y de lo más importante de la vida: las relaciones sociales.
La autoestima se construye en la infancia, a través de las personas que nos cuidan, cuando nos felicitan por nuestros logros y nos animan a desarrollar independencia. Está comprobado que una sana autoestima se relaciona con el refuerzo positivo en la infancia y menos con el uso del castigo para corregir la conducta indeseable. Esta valoración de uno mismo se va modificando a lo largo de la vida a través de la formación de nuevas relaciones.
La autoestima es un fenómeno relacionado con los demás, aquel que posee una autoestima sana tiende a ver las relaciones como positivas y el mundo como benevolente, es el punto de no estar en guerra con el mundo ni contra si mismo. Existe una frase “aquel que no se ama a si mismo no puede amar a los demás sanamente”, y es cierto, la percepción de uno mismo está directamente relacionada con la manera de relacionarnos con los demás, no existe el “yo” sin el mundo social.
Un amor propio saludable no consiste en sobrevalorar las propias capacidades para ponerse por encima de otras personas o grupos sociales, el ensalzamiento desmesurado de uno mismo, propio de patologías como el narcisismo, se corresponde con una pseudo-autoestima que genera problemas en las relaciones. Tener una autoestima saludable consiste, más bien, en la autoaceptación, en conocer nuestras propias debilidades y fortalezas, nuestra capacidad para cometer errores, perdonarnos y continuar adelante, sabiendo que no somos perfectos, intentando desarrollar aquello en lo que somos buenos y valorar las cualidades de otras personas, respetar y comunicar nuestros deseos sabiendo que tienen valor, así como los deseos de otras personas. Tener una autoestima sana es respetar al resto y a uno mismo, persiguiendo nuestros objetivos y metas poniendo todo nuestro talento y creatividad en ello. De este modo, se puede brillar y desarrollar el potencial de cada uno sin infravalorar, rechazar o despreciar a los demás.
Cuando la autoestima está debilitada, la persona no se siente capaz de enfrentarse a la vida, aun cuando tenga sus capacidades físicas y mentales funcionales. Una autoestima no saludable está relacionada con la inseguridad, dudas a la hora de tomar decisiones, excesiva complacencia, y la salud mental está bastante relacionada con la autoestima, ya que poseer una baja autoestima puede llevar al desarrollo de problemas de salud mental.
Por todo esto, os animo a repartir buenas palabras allá donde vayamos, porque cada persona merece ser feliz y debe creer en ello firmemente. El mundo no es justo ni benevolente siempre, y no podemos obviar las espinas sociales, pero creer en uno mismo, quererse y aceptarse con amor y con humor, luchar por nuestras aspiraciones y deseos y compartir nuestro talento con los demás nos ayuda a seguir hacia delante afrontando el dolor.