Por Participantes del Taller de Literatura Inclusiva Soycomotu®
El pasado 1 de Marzo, en el Taller de Literatura, nos propusimos descubrir a Virginia Woolf, una de las escritoras más relevantes del siglo XX.
Hasta ahora el formato que habíamos practicado consistía en hacer una presentación clásica; Mikel, el monitor del taller, sólo o ayudado por otros compañeros participantes del mismo, recopilaban datos sobre la biografía y la obra del escritor/a en cuestión y exponían sus conclusiones al resto del grupo que escuchaban atentamente.
Para esta ocasión decidimos cambiar el formato. Hicimos dos grupos de trabajo y cada uno de ellos, haciendo uso de internet y de la bibliografía disponible en la Biblioteca Regional, fueron recopilando información sobre la vida y la obra de Virginia Woolf. El objetivo era hacer una interpretación personal o grupal de esta fantástica escritora.
Intuíamos que el proyecto no iba a ser sencillo y más teniendo en cuenta que ante la novedad, muchas veces, a las personas se nos revelan todas nuestras “supuestas” limitaciones que nos invitan, de forma unánime, a que abandonemos cualquier proyecto. Mas decidimos atravesar estas barreras y nos dejamos llevar por la inercia creativa del grupo.
Los resultados fueron los siguientes; ¡Juzguen ustedes mismos!
GRUPO 1
El grupo conformado por Belén, Sara, Agustín, José y Daniel, decidieron dar voz a la propia Virginia Woolf en su periodo de madurez, y crearon para ello un testimonio ficticio y en primera persona escrito “al alimón” por todos ellos.
He aquí su transcripción:
“Mi nombre es Virginia, y desde muy pequeña fui una niña muy curiosa.
Yo quería ir al colegio pero mi padre, un hombre muy culto, decidió educarme en casa. Me sentía frustrada, quería estar con los demás niños, pero no fue posible.
En casa tampoco me sentía bien ya que mis hermanastros llegaron a abusar de mi en varias ocasiones; -¡Les odiaba!-.
Tras la muerte de mi madre sufrí mi primera depresión. Fue durísimo, yo tan sólo tenía 13 años. Dos años después sería mi hermana Stella quien nos dejaría. Y luego, en 1904, siete años después, murió mi padre debido a un cáncer.
Yo tenía 22 años, y todo esto me superaba. Volví a sufrir una crisis nerviosa bastante importante, y tuvieron que ingresarme en un centro psiquiátrico. Todo esto marcaría mi vida, dejándome secuelas psicológicas que ha día de hoy tanto sufrimiento me provocan.
En lo que al amor se refiere, debido a la situación tan espantosa que sufrí con mis hermanastros, llegué a cogerle odio y asco a los hombres. Y encontré lo que tanto anhelaba en una mujer. Ella se llamaba Vita: -Quizá todo no sea tan malo, ¿Quién sabe?. Irónico que se llamara “Vida”, en italiano, …, Vida….-; la vida pierde sentido con cada injusticia que veo.
-¡Esto no tiene sentido!; ¡No lo tiene!; ¡No!. ¡Se acabó, voy a terminar con esto!. Voy a poner punto y final a está tragedia inglesa. ¡No aguanto más!…-. Respira Virginia, respira…
Escribiré, eso me relajará. Seguiré con mi historia de Las Olas. Plasmaré toda esta cascada de pensamientos en el papel. Eso me relajará si….
¡Sigo atrapada en una vida que no quiero, pero no puedo! ¡No tengo fuerzas para elegir! Solo puedo dejarme llevar por la corriente.
Necesito descansar… Tan sólo necesito un poco de paz”

GRUPO 2:
Los participantes que conformaban este segundo grupo, Cristina, Jesús, Fernando (“Fernan”), Fernando (“Fer”) y Mikel debatieron sobre las aportaciones a la literatura de Virginia, sobre las reflexiones de Virginia a cerca de la literatura, de la mujer, y descubrieron la sorprendente actualidad de los mismos, casi un siglo después de que fueran escritos.
Fueron descubriendo las temáticas de sus novelas y ensayos; la existencia del diario que la escritora escribió a lo largo de su vida, y la multitud de cartas que se han conservado y con las que Virginia se comunicaba con amigos y familiares de forma habitual.
Tras muchas anotaciones y largos diálogos terminó la sesión.
A la semana siguiente por sorpresa nos llegó al taller, de forma anónima, una carta escrita “supuestamente” por Leonard Woolf, dirigida a su esposa que decía así…
Querida Virginia,
Me resulta muy difícil comenzar esta carta pero no se me ocurre otra manera de sincerarme contigo. Nos conocimos siendo aún unos jóvenes, nos gustamos y nos decidimos a casarnos con el fin de crear una familia, nuestra propia familia. Es en este punto donde nos hemos estancado y dudo, y me culpo por pensar que no he cumplido con tus expectativas.
En cuanto a tus crisis nerviosas, pensaría que cada vez son más recurrentes, que con ellas tratas de decirme algo, de cambiar algo, de protestar por algo de lo que me siento cada vez más responsable. Te aíslas durante días en tu habitación para regresar a la normalidad como si nada hubiera ocurrido. Yo trabajo sin descanso para darte el confort que necesitas pero sigo esperando alguna muestra de cariño o de agradecimiento.
¿Qué haces durante ese tiempo? ¿En qué piensas? ¿Recuerdas, en algún momento, que yo estoy esperando al otro lado?
Nos estamos haciendo mayores y mi sueño de ser padre se va disolviendo con el paso del tiempo. Con esto no pretendo sugerir nada lejos de transmitirte la idea de que aún me gustaría serlo. ¿No crees que un niño, o una niña, nos devolvería la luz y la alegría que sin quererlo hemos descuidado en nuestro día a día?
¿Escribes? Ya no compartes tus creaciones conmigo. Tal vez, delante de la máquina de escribir, sobre el folio en blanco, reflexiones sobre estas cuestiones que con dolor te planteo en esta carta. ¿Por qué no pruebas a compartirlas conmigo?
Virginia, ¿eres feliz estando a mi lado? ¿Cómo podríamos reencontrarnos y dejar de hacernos tanto daño? Si descubres la fórmula te pido que, por favor, me muestres el camino.
Tu marido que te quiere,
Leonard Woolf