Por Sandra Huertas Veas
Monitora del Taller de Fotoperiodismo
Voluntaria de la Fundación SoyComotu
Meses antes del comienzo del taller miles de ideas rondaban mi mente, en mitad de la noche, conduciendo, paseando, conversando… Todo estaba por hacer, por construir, sin tener realmente nada claro, tan solo una cosa, no me iba ceñir a un curso de fotografía corriente y aburrido en el que la técnica fuera la protagonista por excelencia dejando a un lado la parte artística, humana, la transmisión de emociones, de sentimientos…
Nacidas de esa tormenta, las ideas ya plasmadas en una hoja comenzaban a tomar forma, encajadas unas con otras con cierto ritmo, como si se tratara de las notas de una composición musical, con un hilo conductor, la interacción entre las personas, sin distinción entre ellas, independientemente de las circunstancias que les haya tocado vivir.
Pensando en la temática de los variados talleres que conforman el Programa #SoycomoTú, me resultó interesante relacionar la fotografía con el mundo de la gastronomía, de la pintura o del teatro. Fotografiar es todo un arte y, ¿por qué no combinarlo con otras artes?. Suena atractivo, ¿verdad?
Se aproximaba nuestra primera interacción. Las semanas previas comenzamos a prepararla con entusiasmo y, sobre todo, con mucho cariño. Sería una clase dinámica y llena de color. A los alumnos de fotoperiodismo les esperaba todo un mundo por descubrir, aunque algunos ya lo habían experimentado con un precalentamiento en la clase anterior.
Entramos en el aula gastronómica del Mercado Verónicas dónde se reúnen cada viernes los alumnos del Taller de Cocina dirigido por el excelente Chef. Un estallido de luz y de creatividad inundaría el aula Raimundo González.
Esa tarde la comida iba a ser la protagonista y el objeto de interés de todos los allí reunidos. Jugaríamos a ser fotógrafos, cocineros y estilistas gastronómicos con un mismo objetivo, mostrar la comida de una manera bella y apetitosa, elevándola a la categoría de arte. Exactamente el mismo objetivo que buscan los grandes cocineros y fotógrafos como Francesc Guillamet, estrecho colaborador de Ferrán Adrià o David Loftus fotógrafo de cabecera de Jamie Oliver y gran Gurú de la Gastroimagen en el Reino Unido.
Las presentaciones dieron comienzo a la interacción y, tras ellas, la organización y disposición de los cuatro grupos seleccionados por los monitores. Cada uno se encargaría de preparar un plato distinto pensado por el monitor. Ambos daríamos unas instrucciones previas referentes a cada materia, estando siempre presente el estilismo gastronómico. Entre todos formamos un equipo de diecisiete personas con ganas de aprender y de experimentar en el universo gastronómico.
Uno de los equipos se encargaría de cocinar una tortilla de espárragos, champiñones y jamón. Encarna y Joaquín se pusieron al mando de los fogones y, Malena y Mónica tras la cámara. Excelente sincronización entre este cuarteto con un resultado a la altura, tanto en la captura de los instantes precisos en su elaboración como en el resultado final. Apetitosa estética y delicioso sabor.
En otro de los grupos se intercambiarían algunos roles, Enrique y Laura cederían sus puestos de cocineros a David e Inma poniéndose éstos últimos manos a la obra. Laura pasó a ser la fotógrafa del grupo y Enrique dio algunos consejillos a sus compañeros en la confección del plato. Los frutos rojos y la miel son un perfecto vehículo para generar afinidades personales más allá de la gastronomía y la fotografía. Sus rostros irradiaban felicidad. Ilusionados intercambiaron experiencias al tiempo de cocinar con ingenio un postre catalán, el mel i mató.
Jose y Alma elaboraron con amor y humor un trampantojo. Algunos os preguntaréis qué es eso. Pues es un plato en el que nada es lo que parece y como su nombre indica es una trampa con la que se engaña a la vista, haciendo ver lo que no es. El plato elegido sería un Carpaccio de ternera roja y queso que en realidad es una ensalada de sandía con queso feta. Cristina tras la cámara, en estado sereno y de concentración consiguió transmitir en sus fotografías, hechas siempre con mucha profesionalidad, el respeto por lo que hace. Una excelente sintonía se respiraba en ellos, la misma que en la combinación de sabores de este exquisito plato. Un poquito más tarde se unió a ellos Irene con cámara en mano, transmitiendo su alegría, como es habitual en ella.
Adrián, al mando de la cocina, luchando con una receta que no fue su favorita salvó la situación con buena nota. José Juan y Raquel se aventuraron a ser fotógrafos, cocineros y fotoperiodistas. Entre corte y foto crearían una macedonia de frutas tropical excelente. Frescura, juventud, creatividad y colores variados fueron los predominantes.
Ha sido una experiencia enriquecedora trabajar a dúo con el monitor de cocina planificando y desarrollando esta sesión. A su lado se respira entusiasmo, cuidado y cariño por todo aquello que hace. Hombre sabio y sereno que con humildad enseña sus amplios conocimientos de cocina. Uno de los días que quedamos hicimos una pizza al tiempo de fotografiar cada uno de sus pasos en el proceso de elaboración y después crear un making of que mostraríamos a los alumnos en la tan deseada interacción. Fue una tarde inolvidable con las manos en la masa.
A modo de conclusión y para finalizar con este post, añadiría, que la clave del éxito de un fotógrafo, de un cocinero, de un estilista gastronómico, o de cualquier cosa que hagamos, por sencilla o difícil que parezca, reside en la pasión, en la ilusión y en el cariño que le pongamos a lo que estamos haciendo. Debemos intentar ser la mejor versión de nosotros mismos.