Por Arturo Gómez
Voluntario de la Fundación. Taller de Ocio Inclusivo
La semana pasada fueron los cumpleaños de dos de nuestros compañeros del taller de ocio, Diego y Esther, y por ello no íbamos a dejar pasar esta oportunidad para darles una sorpresa y festejarlo. Pero tal vez deberíamos organizarnos mejor a la hora de hacer sorpresas la próxima vez.
Habíamos quedado el resto del grupo una media hora antes para prepararlo todo, pero entre que aun teníamos que comprar una tarta y colocar adornos, por no decir que no teníamos un lugar en concreto donde quedarnos, el tiempo apremiaba. Finalmente pudimos hacernos con una tarta de limón (exquisita por cierto) y poner el típico cartel de “Feliz cumpleaños” en la puerta de un edificio a modo de decoración. Cuando los cumpleañeros llegaron, definitivamente no se esperaban la sorpresa, y les cantamos el “cumpleaños feliz” y nos deleitamos con la tarta, además de unos bizcochos que otros compañeros habían preparado para esta ocasión.
Después habíamos planeado hacer una visita al centro comercial Thader, y para ello debíamos coger el tranvía que nos llevaría hasta allí. Esta era la primera vez para muchos de nuestro grupo que usaban este servicio, por lo que resultaba toda una aventura adentrarse en el transporte público. Para empezar, el simple hecho de sacar el billete podía hacerse complicado. Incluso un servidor, con vastos conocimientos en materia de todo tipo, tuvo sus dificultades. Menos mal que nuestra compañera Esther, con experiencia en este tema, estaba con nosotros para ayudarnos y salvar el día.
Tras nuestro corto, pero emocionante viaje, alcanzamos nuestro destino. Nada más llegar llamó nuestra atención un espacio para hacerse fotos con temática navideña, aunque yo más bien diría primaveral, por la gran cantidad de flores que había. Allí las chicas del grupo se hicieron unas cuantas fotos, pero a los chicos no nos iba tanto ese rollo, por lo que nos hicimos una todo el grupo con un árbol de Navidad que había cerca.
A continuación llegamos a la sala de recreativos (o como quiera que sea el nombre artístico que le hayan puesto) del centro comercial. Allí disfrutamos de diferentes máquinas recreativas, desde una sobre carreras de karts hasta la típica de air hockey, pasando por muchas más donde podías conseguir montones de tickets que eran intercambiables por premios. Ya sabéis, típico, pero no por ello malo, salón recreativo.
Casi acabando la tarde, Ruth quiso jugar a los bolos que habían allí, y yo, por supuesto, no podía rechazar jugar también. Ahí fue cuando me di cuenta de que debía entrenar más si quería tener alguna oportunidad para ganar. Aun me debes la revancha que me prometiste Ruth.
En conclusión, fue una maravillosa tarde llena de memorables momentos, que, sin ninguna duda, volvería a repetir.
A continuación, unas fotografías sobre este evento.
un comentario
Julia
Enhorabuena por este post, es muy divertido todo lo que hacéis en el taller de ocio inclusivo y está redactado con mucha ilusión