Por los participantes del Taller de Literatura y Escritura Creativa
Fundación SoyComotu
En el Taller de Literatura y Escritura Creativa los monitores estamos convencidos de que contamos con unos participantes con un gran potencial creativo y es por ello por lo no dejamos de proponer nuevas actividades que logren estimularles.
La última propuesta, llevada a cabo el pasado 21 de Abril, consistía en proyectarles un corto de animación titulado “Prejuicios”. En él, una mujer mayor tenía una reacción inadecuada ante un adolescente motivada por las ideas preconcebidas alrededor de los chicos y chicas jóvenes. De forma inesperada, tras la visualización del mismo, les pedimos que continuaran la historia que el corto dejaba planteada: ¿Qué pasaba con el chico protagonista de la historia? ¿Y con la mujer anciana?
Durante 5 minutos debían continuarla sabiendo que, transcurrido ese tiempo, cederían su escrito al compañero/a de al lado y éste/a continuaría la historia en el punto donde la había dejado mientras que él/ella haría lo mismo con la historia del compañero/a que le precedía. De esta forma crearon, entre todos, varios finales encadenadas que os compartimos a continuación.
Hubo un detalle que merecería la pena que resaltáramos. Consistía en que, en cada turno, uno de los monitores proponía un “Elemento extraño” a la historia y los participantes debían tratar de incluirlo en la historia que estaban elaborando de la forma más creativa posible.
Los “Elementos extraños” que tuvieron que incorporar en cada turno fueron:
- “Declaración de la Renta”
- “Pájaros de barro”
- La frase “Preferiría no hacerlo”
- La frase: “Siempre nos quedará París”
A continuación os dejamos el corto titulado ”Prejuicios” y los distintos finales encadenados elaborados, de forma espontánea, por los participantes durante el transcurso de la actividad.
Video “Prejuicios”
RELATOS ENCADENADOS:
Relato 1:
La señora Simpson quedó arrepentida por su mal comportamiento. Ella se dejó llevar por la imagen del joven; informal, descuidado y poco respetuoso. Todo ello chocaba con los cánones de la buena educación y, sin embargo, él había compartido sus galletas sin mostrar ningún signo de enfado; es más, no se quejó ante su represalia. ¿Qué habría pensado el joven muchacho?, ¿él que estaba tranquilamente sentado escuchando música y, seguramente, hablando o, como dicen ahora, “wassapeando” con algún amigo?… ¡Le habrá contado su error! (…)
Decidió que nunca más se fiaría de las apariencias, que no prejuzgaría a la gente como esos PÁJAROS DE BARRO que ves tan bonitos en os jardines y que en realidad son traicioneros. Que el aspecto y la edad no tienen nada que ver con la educación y las buenas maneras.
Al llegar a su parada se bajó aún doliéndose del equívoco que había tenido. Llegó a casa donde su marido, sentado en el sillón, dormitaba delante de la televisión. (…)
Ella se enfadó mucho por su pasividad: -¡Todavía no hay que dormir!; ¡Podrías estar haciendo algo práctico!; ¡Recuerda que nos toca hacer la DECLARACIÓN DE LA RENTA y el plazo vence el 30 de Junio!; ¡Estamos en Mayo y todavía no has reunido toda la documentación necesaria para poder rellenar el impreso!-. El marido le responde que le deje en paz, que la haría otro día.
Cuando ella llegó estaba inmerso en un sueño muy bonito: estaba subiendo al Pirineo Aragonés (…)
-¡Válgame el cielo! ¡Qué hombre más vago! ¡Éste es como el chico de la estación!. Ahí, sentado y tan tranquilo. ¡Cómo sois los hombres de verdad!; ¡No reaccionáis hasta que le veis los dientes al lobo!… Y yo que nunca paro. Preferiría no hacer todo lo que tengo que hacer y tener más tiempo para mí misma. Pero entonces, ¿quién va a llevar a nuestro nieto al fútbol?; ¿o ir a visitar a mi amiga que está sola y no tiene a nadie?…-
-¡Válgame Dios, mujer!. ¡Toda la vida deseando que llegase mi jubilación para tirarme a la bartola y “no volver a dar un palo al agua” y tú replicándome desde el amanecer hasta el ocaso por qué no estoy más ocupado!- (…)
-¿Sabes lo que vamos a hacer? Mañana iremos a la ciudad a ver museos y, cuando lleguemos a la estación, le pedirás disculpas a ese zagal al que ofendiste ayer. ¿Sabes? Resulta que ese zagal es nieto de la Robustiana, la cuñada de la panadera, y dice que cayó en la cuenta de que era su vecina… ¡La que armaste ayer!; ¡Si es que no se te puede dejar sóla!… ¡Menos mal que SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS después de que lo hagas!
(FIN)
Relato 2:
Allí, en el asiento del tren, la anciana se sentó con la cabeza dolorida y se puso a reflexionar. La conmoción cerebral causada por la pelea con la máquina expendedora había provocado que hubiera emprendido un ataque “sermoneante”, contra aquel joven inocente. La rabia que sentía la volcó contra ese amable muchacho. (…)
-¡Qué le pasa al mundo!- exclamó, porque se sentía como si últimamente todo fuera en su contra.
El último año había sido duro, muchos cambios para una vida avanzada, ella sólo quería unas simples galletas y conseguirlas había supuesto un auténtico esfuerzo. Mientras tanto allí estaba él sentado, tranquilo, relajado, escuchando su música, no se había inmutado, que maravilla….en su cara se reflejaba la paz y la calma que te da la felicidad. (…)
Claro que ese joven aún no había pasado por lo que ella había pasado, tantos años de trabajo, tantos disgustos, los golpes que te daba la vida: pérdidas, trabajos, las DECLARACIONES DE LA RENTA, donde el gobierno se quedaba con todo lo poco que habías ganado. La vida en sí misma es muy dura y supuso que, el joven, al pasar los años también iría cambiando esa sonrisa angelical (…)
El joven se quedó sorprendido por la marcha de la vieja y supuso que ésta se habría enfadado con él, porque no le prestó atención, sólo estuvo jugando con la maquinita y en cierto modo también había jugado con ella. Sí, la miró mientras le hacía rabiar quitándole las galletas y mareándola, como se hace con las viejas impacientes. Se quedó pensativo, ¡tenía algo que le había sorprendido!; él que nunca había pensado en nadie, que vivía “colgado” de las máquinas y no de las personas. Se coló en su interior un cierto resquemor y se puso a pensar como podía borrarlo y quedarse otra vez en blanco “PREFERIRÍA NO HABERLO HECHO” se dijo. (…)
La abuela miró apasionadamente a los ojos del joven. Incluso más allá de la húmeda superficie óptica. Le miró profundamente hasta llegar al alma y le dijo con una voz que sonaba a final, a ocaso con un poco de apocalipsis, que estaba locamente enamorada de él y de su cuerpo esbelto y jovial. El chico la rechazo y ella se volvió loca ahí mismo. Exclamó, exhalando su último aliento, que si no era para él, no sería para nadie. Cogió al chico y justo cuando el tren se acercó lo arrojó junto con ella misma a las vías, allí donde su amor no podría extinguirse.
(FIN)
Relato 3:
La señora, ahora ya en el autobús, empezaba a sentir un atisbo de vergüenza. No sabía porqué se había comportado de esa forma. Estaba muy alterada, sí, eso sin duda. El incidente con la máquina de comida la había puesto nerviosa y luego, no se había dado cuenta de que las galletas eran del chico.
Pensaba en el chico y se dio cuenta que él no se había alterado ni lo más mínimo mientras ella, con la máquina y el joven se había mostrado no poco enfado. Perdió los nervios con mucha facilidad y el chico como si nada. (…)
Los perjuicios, esos malditos pensamientos, que provocan no pocos problemas en las relaciones entre personas. Esos arietes que destrozan la confianza y nos convierten en PÁJAROS DE BARRO, en pleno proceso de desintegración durante una tórrida tarde veraniega (…)
El martes, de esa misma semana, tenía una cita ineludible con los que ella llamaba “hombres de negro” y no cariñosamente. Debía presentar la DECLARACIÓN DE LA RENTA, y eso a ella definitivamente la estresaba. Siempre le salía lo mismo: “a pagar”, y nunca había entendido el por qué. Tal vez ese era el motivo por el que se había comportado así con el chico.
Escarbando dentro del bolso encontró una tarjeta con una dirección misteriosa que no había visto antes y que estaba convencida que no era suya. (…)
Le dio la vuelta a la tarjeta y en la otra cara estaba escrito este mensaje: “Las galletas que te has comido en la estación estaban envenenadas. Sin el antídoto morirás en 48 horas. Si quieres sobrevivir, ve a esta dirección”.
La anciana PREFERIRÍA NO HACERLO, pues son muchos a los que ha enfadado y son peligrosos, pero no tenía más remedio, aún siendo una trampa (…)
Cerró fuertemente los ojos y respiró, “pero que ideas más peregrinas se le pasaban por la cabeza”. Volvió a leer de nuevo la tarjeta y ahora si la leyó la correctamente.
Aquello estaba escrito en un idioma diferente, la dirección no era conocida, sólo entendía “PARIS”, pero no era posible, ella nunca había estado allí. Paris era una cuenta pendiente que aún tenía que cumplir y que siempre recordaba cuando viendo Casablanca, Bogart decía eso de “SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS”.
Relato 4:
No me he enterado bien. Este chaval, su abuela; se despiden en la estación “peleados” por unas galletas… ¿Dónde irán? ¡Ella seguro que está satisfecha!. A pesar de no dominar la tecnología, ha podido conseguir las galletas y el chaval, de otra época (de otra generación) va “a su bola”, con su maquinita.
Él se ha quedado, ella se ha ido, ¿por qué? Porque quizás él no quiere seguir el ritmo del tren de la vida y está sólo colgado de su maquinita y de vez en cuando, procurarse comida.
El joven chico que no quiere seguir el ritmo frenético y estresante de la vida. Se contenta con estar tranquilamente sentado escuchando música y observando la bonita figura de pájaros de barro que hay en la estación. Ya vendrá el tren –dice él. Y cuando venga, me subiré. No me estreso (…)
¿Pero y esta mujer? Mírala cómo va la condenada. Si casi se parte la cabeza en la máquina. Como si la vida le fuera en una caja de galletas. Los adultos se pierden a sí mismos en sus rutinas y obligaciones diarias. Cuando en la mayoría de las cosas, son ellos mismos los que eligen vivir tan estresados (…)
¿Qué pájaro de mal agüero tenía esa vieja en su cabeza como para haber reaccionado de esa forma tan desconsiderada? ¿Será que ha discutido con su marido? ¿O que su vecina la Paca le ha estado cotilleando esta mañana cuando se introdujo en su cocina por sorpresa para enajenarle la mitad del perejil del que disponía? ¿No será que le ha llegado una factura de la luz por el doble que la del mes anterior?.
¡No! ¡Ya está! Es que estamos en plena campaña de la DECLARACIÓN DE LA RENTA!. Recuerdo haber visto ayer por la noche al vampiro de Hacienda anunciar tan gustosamente la buena nueva (…)
¡Son las ventajas de vivir en sociedad! Barruntaba seguramente por no pensar en el pobre chico. No había sido justo comportarse de forma tan desconfiada con él. Se preguntaba dónde quedaban las buenas intenciones que habían endulzado y protegido su niñez y parte de su juventud. Recordaba que, al cumplir los trece años, a su llegada al instituto o “escuela superior”, en aquellos años, había perdido su ilusión por las cosas cotidianas.
A cada propuesta nueva, a cada nueva oportunidad respondía con un “PREFERIRÍA NO HACERLO” en su fuero interno y lo maquillaba excusándose de mil formas posibles. Su vida estaba paralizada desde entonces (…)
Todo era fruto de un sistema educativo rígido y conservador que la había transformado en alguien que huía de las cosas nuevas y ahora, a la vejez, cuando al fin se daba cuenta, ya era demasiado tarde. Recuerda cuando rechazó de joven luchar por un cambio, cuando vivía en la capital francesa. Recuerda esa adolescencia desperdiciada conteniendo las lágrimas. Pero, “al menos siempre nos quedará París” –piensa.
(FIN)
Relato 5:
Cuando la abuela, después de darse cuenta de que se había equivocado, vio levantarse al muchacho y después de tirar a la papelera los papeles y doblar la esquina, se quedó pensativa. Mientras arrancaba el tren lentamente pensó que se había equivocado. Había prejuzgado a ese chico, que había pensado que le estaba robando sus galletas mientras que era ella quien se las había robado a él (…)
Supongamos que cuando llega a su destino la vieja, entra en su lúgubre vivienda y quiere hacer algo para desagraviar al chico. Se le ocurre volver a fabricar las mismas galletas y hace memoria de los ingredientes. Después las cocina y las deja enfriar. Al día siguiente, va a la estación, se sienta en el mismo vagón y asiento en el que llegó el día anterior y hace el camino de regreso. Cuando sale al andén, entra en la cantina y se encuentra al chaval esperándola. El chico está impaciente porque piensa que él se había portado mal.
Así que la abuela le pide disculpas por su comportamiento y le entrega las galletas. Pero el chico se extraña al ver a una mujer dándole unas galletas porque ni siquiera se acordaba de lo que había pasado el día anterior con la abuela.
El chico pensó: abuela, no gastes tantas energías en intentar enmendar una situación pasada, como estar presente y consciente del momento de ahora. (…)
Y el chico se armó de valor y fue a buscar a la vieja. En un primer momento, ésta parecía cabizbaja, como sometida por el recuerdo de la metedura de pata del día anterior. Hasta cierto punto, estuvo a punto de pedirle disculpas por haber sido víctima de los prejuicios. El problema es que la señora estaba teniendo un mal día. Y a la sugerencia del chico, le replicó con un exabrupto muy típico de los viejos gruñones: -PREFERIRÍA NO HACERLO (…)
La grabación sonora del tren anunció la próxima estación con parada, la de su destino. -Por fin en casa. ¡Hogar, dulce hogar!– pensó. Ahora llegaría a casa, se tomaría un vaso de leche con magdalenas que, a pesar de tenerlas prohibidas por el médico, de vez en cuando le gustaba darse “ese caprichito” como solía decir ella.
Pensó en no acostarse de inmediato para no pensar en el joven y decidió que vería su película favorita “Casablanca” una vez más. – El final es inigualable –pensaba mientras entraba en su edificio -¡Y Humpfrey Bogart está tan guapo!-. -El chico es muy joven. Tendrá nuevas oportunidades y seguro que no se acordará de una vieja como yo. Como diría mi querido Humpfrey: “SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS”; A él y a mi-.
Fue una experiencia muy divertida y creativa.
Gracias a todos por aportar vuestro “granito de arena”.
2 Comments
Mª Nieves Martínez Hidalgo
Enhorabuena a tod@s los y las participantes de este taller de literatura y escritura creativa. Me encanta ver cómo fluye el arte y la creatividad en esa “pecera de cristal” en la que cada viernes, y sintiéndoos tan cómodos como pez en el agua, os encontráis y dais forma a todos esos pensamientos, imágenes, emociones y sentimientos que habitan vuestro interior.
mikel
En verdad fue una experiencia muy positiva. En esta ocasión, los monitores participamos también en la actividad y las sensaciones fueron variando durante el transcurso de la misma; el sentimiento de “incapacidad” del comienzo dio paso a un final de holgada “fluidez”. A nivel personal hubo un momento en el que pensaba que el cerebro me iba a estallar si lo forzaba un poco más;… y lo forcé, ¡y no estalló!; y, tras él, las ideas fueron tomando forma, sin tanta resistencia. Tal vez fuera ése un breve periodo de lucidez, como si hubiera logrado desentumecer los “músculos” de la creatividad. ¡Gracias al grupo por hacerlo posible!. Besos y abrazos