Por Joaquín Regadera, cineasta
El mexicano Alfonso Cuarón, director de cine recientemente aclamado por su última película, Roma, con diez nominaciones y tres galardones en la pasada edición de los Oscar, conocido también por haber realizado la mejor adaptación cinematográfica de la saga de J. K. Rowling al dirigir Harry Potter y el prisionero de Azkaban, ha traído tres personas al mundo, y una de ellas, su hijo Olmo, es una persona autista. Una persona autista que hace cortometrajes de animación en los que expresa la violencia que percibe del mundo exterior para desbloquearla, en lugar de reprimirla y, por tanto, patologizarla.
Como es sabido, cuando se somatizan las perturbaciones del mundo exterior, en el cuerpo y en las funciones del organismo se genera una patología. Una patología es la somatización de un agente externo, ajeno. En este sentido, las personas que somatizan las perturbaciones exógenas, en la medida en la que estas les sean ajenas a su lenguaje, a su forma de entender el mundo, no las comprenderán y terminarán por somatizarlas en su psique como un trastorno ajeno, es decir, enajenándose. Una persona enajenada es una persona que padece un trastorno ajeno, un trastorno que no le es propio, un trastorno que perturba el equilibrio de su armonía sin que su cuerpo disponga de la sabiduría suficiente para poder articularlo en términos de expresión física y emocional.
A partir de la 91º edición de los Premios Oscar, la noticia probablemente sea el hecho ignorado de que todas las personas somatizamos las perturbaciones exógenas, en función de la sensibilidad y de la capacidad de comprensión de cada cual. Por un lado, las personas más embrutecidas no tendrían por qué percibir estas somatizaciones de forma patológica. Inconscientemente, las personas más embrutecidas podrían llevar la inscripción de los trastornos que le rodean a su propio terreno, como quienes se alcoholizan para evadirse de una realidad que extrañamente les inquieta, hasta llegar a creer que sus somatizaciones son el fruto de su consumo de alcohol, y no la consecuencia de un problema de comunicación con un mundo que les perturba y que no pueden desmontar con las herramientas de la alienación. Y, por otro lado, las personas más sensibilizadas, con base en los recursos y en los medios que les han posibilitado desarrollar sus capacidades de comprensión, en lugar de reprimir sus impulsos-respuesta a los estímulos del mundo exterior, logran expresarlo en alguno de los juegos de lenguaje que performan, que actúan con el cuerpo. Por ejemplo, hemos podido ver a Olmo expresando su tensión en la gala de los Oscar para desbloquearla. A todas luces, se respira bastante tensión y nerviosismo en la atmósfera de una gala de premios. Y desbloqueando la tensión mediante la expresión del goce corporal se previenen ciertos bloqueos internos.
El goce es una acumulación agradable de la tensión corporal; y el placer es el desahogo de dicha tensión. Por ejemplo, una hazaña sexual se crea con un juego de goces excitantes que van in crescendo, hasta llegar a un punto climático en el que se desahoga toda la tensión libidinal acumulada provocando una reacción en cadena de tensiones y relajaciones eléctricas: el orgasmo, el momento del placer. Pues, cuando los músculos maxilofaciales celebran o expresan la acumulación de tensiones ambientales, no sólo se están desbloqueando los mecanismos corporales sino que además se está generando un goce que resulta favorable a la comprensión de la situación. De esta forma, Olmo, al dejar que su cuerpo se exprese, gracias a su juego de tensiones, consigue mantenerse más relajado y más despierto que las personas sublimadas o domadas, es decir, aquellas personas educadamente reprimidas. Y, al mismo tiempo, quienes estén a su alrededor, pueden encontrar en los semblantes expresivos de Olmo una bioindicación acerca de su percepción de los hechos. Esto es, la manera subjetiva en la que Olmo está viviendo y somatizando la experiencia. Su bioindicación, aporta desde luego una información más útil para el sentido común que el ridículo abuso de su imagen en las redes, el cual supone un acoso tanto a Olmo como a todas las personas autistas que precisan expresarse para no terminar convirtiéndose en gente débil. Es decir, en gente sádica que practica la violencia estructural con el diferente por el mero hecho de serlo. La gente que practica esta violencia es débil para la sociedad porque destruyen, en lugar de construir como lo harían las personas fuertes; o como lo haría Olmo, cada vez que realizase un vídeo en el que expresase la violencia que percibe del mundo que le rodea. Así que, si pudiese dirigirme a él, le diría: Olmo, tus capacidades creativas son más fuertes y más poderosas que las capacidades de quienes pretenden destruir tu imagen sin aportar con ello nada bello al mundo.
un comentario
Encarna María Toral Navarro
Tristemente volvemos a presenciar el efecto que la diferencia despierta en esas personas que como tú bien has explicado, son débiles para la sociedad porque no construyen, no aportan, no perciben la riqueza de la gente sensible qué sí es capaz de construir belleza y bondad allá donde esté. Gracias Joaquín por compartir esta noticia.