Por Sofía
Cómo prevenir el acoso desde la primera infancia a través de la familia.
Desde la primera infancia, la familia puede proporcionar la oportunidad de aprender la confianza básica y la empatía, la base de la personalidad y dos de las principales condiciones que protegen contra el acoso escolar y otras formas de violencia: a) Los vínculos basados en la confianza y la seguridad; y, b) La capacidad para esforzarse en tareas y conseguir protagonismo positivo.
Estos son los principios básicos para prevenir la violencia desde la educación infantil:
1.Desde el principio, la familia debe proporcionar tres condiciones básicas: atención continua, apoyo emocional incondicional y oportunidades para aprender a autorregular emociones y conductas, de las que depende la capacidad para respetar límites.
2.Compartir la responsabilidad de educar entre dos personas puede incrementar las posibilidades de que los niños y las niñas encuentren en la familia el conjunto de condiciones necesarias para su desarrollo, siempre que dichas personas se respeten mutuamente y proporcionen modelos empáticos contrarios a la violencia.
3.Responder a las demandas de atención del niño con sensibilidad y coherencia ayuda a desarrollar un modelo empático, seguro, basado en la confianza en sí mismo y en los demás.
4.Transmitir mensajes positivos que el niño pueda interiorizar para aprender a autorregular, a controlar, su propia conducta. Los pequeños necesitan ayuda para afrontar las dificultades (el miedo, la incertidumbre, la frustración…) y suelen aprender los mensajes que escuchan de los adultos en dichas situaciones. Para mejorar su capacidad de adaptación frente a la adversidad es preciso que dichos mensajes sean tranquilizadores y alentadores, evitando los mensajes de signo contrario.
5.Para enseñar al niño a respetar ciertos límites conviene orientar la crítica a conductas especificas, ayudando a que entienda dentro de sus posibilidades, por qué no debe emitir dichas conductas, qué consecuencias negativas suponen tanto para el propio niño como para los demás, dándole la oportunidad de hacer algo para reparar el daño originado, y sin cuestionar el afecto que tanto la madre como el padre deben garantizar al niño de forma incondicional.
6.Desarrollar contextos y rutinas de comunicación, en los que el adulto esté dedicado exclusivamente a compartir la actividad con el niño o la niña, como los juegos o los cuentos. La repetición de las historias y su utilización como punto de partida para una conversación tranquila entre el adulto y el niño, en la que éste pueda expresar todo lo que le preocupa o interesa, y encontrar respuestas adecuadas, incrementa sus ventajas. Un importante valor de estas situaciones es que pueden formar parte de las rutinas diarias (por ejemplo, antes de dormir), favoreciendo así un contexto habitual de atención compartida y relajada que puede favorecer que los niños y las niñas pidan ayuda cuando la necesitan y detectar desde sus inicios situaciones en las que sea preciso intervenir, como las situaciones de acoso.
7.Enseñarle a estructurar su propia conducta con coherencia, en relación a la conducta de otra(s) persona(s) y aprender significados sociales complejos. Cuando el adulto comparte con el niño determinadas tareas, dejándole participar activamente en ellas, le ayuda a comprender su significado.