Por Cayetano Toledo, activista y voluntario, monitor del programa educativo en Fundación SOYCOMOTÚ y Mª Nieves Martínez Hidalgo, doctora en psicología, psicóloga clínica y directora de la Fundación
INFOCOP, la revista del Consejo General de Psicología de España, publicó el 03-12-2024 el artículo “La salud mental: un prioridad de salud pública para la OCDE” (1), basado en un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico junto con la Comisión Europea. En el primer párrafo dice que “será vital… promover la alfabetización en salud mental a lo largo de la vida, incluido el sistema educativo”. Más adelante señala que muchos problemas de salud mental aparecen en la adolescencia temprana, periodo prioritario para promover la buena salud mental y prevenir los problemas de esta índole. Y referente al suicidio dice: “Las estrategias efectivas para reducir las muertes por suicidio incluyen…, campañas de concienciación sobre la salud mental y contra el estigma”. Los dos organismos autores de este informe trabajan para identificar las mejores prácticas en salud mental, incluidos programas educativos que fomenten las habilidades sociales y emocionales. En 2023 se suicidaron en España 10 menores de 15 años y 354 jóvenes entre 15-29 años.
Un artículo de La Razón del 12/02/2025 (2) habla del estudio aparecido en el Journal of Affective Disorders sobre el incremento entre 2000 y 2021 del número de hospitalizaciones en España de jóvenes de 11 a 18 años por conducta suicida, que se ha cuadruplicado en esas dos décadas y quintuplicado en 2021 respecto a 2020. Este informe subraya la “necesidad de reforzar las medidas preventivas en las escuelas mediante programas educativos centrados en la gestión emocional y la identificación temprana de señales de alarma”.
UNICEF España ha publicado el nuevo “Barómetro de Opinión de la Infancia y la Adolescencia” (3), basado en el estudio desarrollado durante el curso académico 2023-2024 en 168 centros educativos de toda España con 4.740 adolescentes de 13 a 18 años, del cual resulta que el 41’1% manifiesta tener o cree haber tenido un problema de salud mental en el último año y la mitad de ellos no ha pedido ayuda. Afirman que hay un gran desconocimiento por parte de los/las adolescentes, pues no piden apoyo porque desconocen qué les sucede y porque no saben a quién o dónde acudir; no confían en los docentes/orientadores y perciben que no tienen tiempo para ellos/as (*). Indican que es necesario introducir y reforzar los programas de promoción del bienestar y aprendizaje emocional en los centros educativos, así como promover las actuaciones de prevención y detección precoz de problemas de salud mental.
Estos son solo algunos datos de lo que todos nosotros más o menos conocemos, de los que resaltamos el Barómetro 2023/24 de Unicef, pues duplica las cifras de la OMS (2013) y las del estudio a nivel regional de la propia Fundación SOYCOMOTÚ (2015), que entonces calculaban que el 20% de adolescentes padecía un problema de salud mental. Que hoy en día el 41’1% tenga o crea haber tenido un problema de salud mental es más que alarmante e invita a la duda, pero de alguna forma lo corrobora el “Informe Anual del Sistema Nacional de Salud” de 2023, que arroja que los problemas de salud mental en la juventud (menores de 25 años) se han duplicado desde el 2016.
No obstante, es excesivo que 4 de cada 10 adolescentes tengan un problema de salud mental, lo cual puede que no se ajusta a la realidad y se explicaría con estos tres factores: aumento real de estos problemas, desconocimiento de los jóvenes sobre los mismos y sobrediagnóstico. Los adolescentes, en general, no saben lo que es un problema psicológico y, p.ej., confunden estrés con ansiedad o tristeza con depresión; además, en redes sociales encuentran una ingente cantidad de información sobre sintomatología que les suele llevar a confusión, pues tener uno o más síntomas no significa padecer un problema psicológico. Lo que sucede es que no se están enseñando habilidades para la vida, como, p.ej., técnicas de comunicación, afrontamiento de adversidades o resolución de conflictos. Y es posible que se estén diagnosticando casos cuyas conductas puedan obedecer a malestares propios de las normales vicisitudes de la vida, que solo necesitarían orientación o psicoterapia breve.
Como explica el psicólogo Luis Fernando López, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, no siempre las conductas disruptivas en adolescentes, como las autolesiones o las ideaciones suicidas, están relacionadas con un trastorno mental específico, sino más bien con una vulnerabilidad psicológica y emocional que les afecta significativamente. Habría que añadir que, aunque pueda existir una vulnerabilidad de partida, dichas conductas son originadas por factores sociales, económicos, culturales y políticos del momento en que vivimos, que, a su vez, afectan a padres y a madres en sus responsabilidades y estilos de crianza y educación. Primero hay que averiguar las causas y detonantes de los desajustes emocionales que preceden a esas conductas y, segundo, aportar recursos para que los y las adolescentes puedan hacer frente al malestar y a la desregulación emocional. Luis Fernández afirma que necesitamos transmitir información que no genere miedo al abordar estos problemas en las aulas y para ello dice que les hablaría a los estudiantes sobre la tolerancia a la frustración, los procesos de ansiedad, la tristeza, las rupturas sentimentales, y las dificultades en las relaciones sociales o familiares. (4)
Pues bien, esto y mucho más es lo que hacemos en las aulas con el Programa de Sensibilización y Alfabetización en Salud Mental de Fundación SOYCOMOTÚ, que cumpliría con lo que demanda la OCDE-CE, con ese estudio publicado en el Journal of Affective Disorder y con el Barómetro de Unicef citado. Con dicho programa, basado en la evidencia científica, no solo atendemos la demanda de conocimientos sobre salud mental que piden los propios adolescentes (*’), sino que despertamos su sentido crítico contra los estereotipos, prejuicios y conductas discriminatorias -el estigma- (*’’) que pesan sobre personas con diversidad mental, haciéndoles entender la importancia de la comunidad y de una red de apoyo para la inclusión de estas personas; participan en actividades para aprender cómo ayudar a personas con diversidad mental y a sí mismos, en caso de ser necesario; fomentamos el autoconocimiento y la autoestima con indicaciones para ello; les abrimos la puerta a la educación emocional y a la comunicación saludable, entre otros temas; con todo lo cual ayudamos a prevenir problemas de salud mental y a la autoayuda para conseguir una atención temprana en caso de necesidad. Asimismo, sin hablar expresamente del mal uso de móviles-redes sociales, de acoso escolar-violencia, drogas o suicidio, trabajamos su prevención transmitiéndoles de diferentes maneras, incluso con dinámicas de grupo, conductas prosociales y buenos hábitos para la salud mental, que a esa edad está demostrado que suelen quedar interiorizados.
Aun así, los adolescentes necesitan algo más que este, programa de indudable utilidad, tal como se expone en el último artículo del periódico Puentes de octubre 2024 de Fundación SOYCOMOTÚ (5), la cual promueve desde 2014 la creación de una asignatura obligatoria de “Educación para la Salud” dentro del currículo escolar de niños y adolescentes, que impartirían profesionales de la salud (física y mental) y tendría el mimo rango que matemáticas, lengua o educación física. Sin educación no podemos hacer prevención.
(*) En España los orientadores/as atienden cuatro veces más alumnos de lo recomendado por la Unesco y, según Unicef, faltan coordinadores de Bienestar y Protección de la Infancia que establece la LOPIVI. También falta la figura del psicólogo/a general sanitario que proponen los Colegios Oficiales de Psicología para cada centro educativo y en centros de atención primaria.
(*’) Según una encuesta realizada en 2022 por Fundación SOYCOMOTÚ, el 84’2% del alumnado de secundaria desea una asignatura sobre salud mental y, además, el 58% quiere que sea obligatoria.
(*’’) Adolescentes con problemas de salud mental informan en un estudio de Time to Change (2013) que la consecuencia de ser estigmatizados por sus compañeros/as lleva al 40% a dejar el instituto, al 54% a evitar relacionarse con sus pares y al 26% a pensar en el suicidio.
Referencias
(1). https://www.infocop.es/la-salud-mental-una-prioridad-de-salud-publica-para-la-oecd/
(3). https://www.unicef.es/publicacion/barometro-infancia-adolescencia/informe-2023-2024
(5). https://www.fundacionsoycomotu.org/proyectos/observatorio-estigma/