Por Ana Isabel, activista y voluntaria en Fundación SOYCOMOTU
No hay muchos sentimientos que se comparen a la culpa.
Cuando hemos dañado u ofendido a alguien, hemos sido injustos o lo hemos juzgado mal, experimentar estos sentimientos puede ser algo positivo ya que nos permite rectificar y poder restituir ese daño que hemos causado. Sin embargo, cuando la culpa es excesiva y no ayuda a solucionar el problema, se vuelve disfuncional, agravando nuestro malestar y generando cuadros de ansiedad o depresión. En estos momentos sería importante hablar con alguien sobre lo que nos ocurre y acudir a un profesional de la psicología, que pueda ayudarnos a identificar el origen de este sentimiento de culpa.
Un ejemplo de esta culpa desadaptativa, es que nos podemos sentir culpables por lo que somos… así como por todo aquello que no somos. Por ejemplo, la distancia entre el “yo percibido” y el “yo ideal” suele convertirse en una fuente de insatisfacción vital y autocrítica, sobre todo, en los casos en los que esta distancia es muy grande. Para dar solución a esto, una de las recomendaciones que se hacen es lograr identificar desde dónde estamos juzgando nuestro valor percibido, pues muchas veces la autoexigencia nos hace crearnos un “yo ideal” muy rígido y distanciado de cómo somos nosotros mismos en la actualidad y que roza una perfección imposible de alcanzar por ningún ser humano. Debemos ser conscientes de ello y tratar de ver las situaciones con objetividad.
También podemos sentir culpa por lo vivido, por lo que vivo y por lo que creo que viviré, o por las decisiones, deliberadas o no, que he tomado. En relación a esto, debemos ser conscientes de que en el caso de haber actuado mal, tenemos la posibilidad de corregir nuestro comportamiento e intentar que no se vuelva a repetir en un futuro. Además, se debe ver la situación como el conjunto complejo que es. Donde muchas circunstancias escapan a nuestro control y en numerosas ocasiones ni siquiera son culpa nuestra, por más que hayamos interiorizado lo contrario, bien por sentirnos inferiores o porque nos hayan repetido que sí era nuestra culpa.
Aun así, cuesta mucho lidiar con la culpa. De hecho, a veces, llegamos a confundirla con su hermana mayor: la responsabilidad.
Personalmente, en ocasiones, creo tomar una decisión porque es la opción necesaria, porque parte de mi “responsabilidad” como persona, como hija, como nieta, como amiga… pero cuando retrocedo un poco y miro lo que se oculta detrás de esa presunta responsabilidad, tan solo hay miedo, vulnerabilidad, culpabilidad o un cuestionamiento constante de mi valía como persona.
La responsabilidad es eso que nos ayuda a poder reparar un posible daño que hayamos podido causar, pero es clave no engancharnos a esa culpa y entrar en bucle pensando en ese “daño” que hemos hecho.
Cuando nos sentimos culpables, por lo general perdemos toda empatía hacia nosotros mismos y dejamos de ser objetivos. Nos podemos sentir culpables por vivir en el pasado, culpando a un yo cuya realidad residía en la incógnita. Culpables por vivir en el futuro, anticipando potenciales situaciones, miedos y reacciones. Culpables por saber que, perdiéndonos en el pasado y el futuro, nos perdemos el presente, que es lo único que tenemos…
Por eso, debemos aprovecharlo y tenemos que practicar más la autocompasión y ser capaces de perdonarnos a nosotros mismos, para superar los sentimientos de culpa. Pues como personas que somos, vamos a cometer errores y debemos ser capaces de perdonarlos y no castigarnos en exceso por ellos. Tal y como haríamos con alguien a quien apreciamos. Porque si nos mostramos empáticos y comprensivos con los demás, ¿por qué no vamos a hacerlo con nosotros mismos?
4 Comments
M.Nieves Martínez Hidalgo
Enhorabuena Ana por este artículo tan bien escrito!
Samuel
Magnífica reflexión, denota una gran sensibilidad y autoconciencia.
Además la ilustración de Miércoles es
¡Enhorabuena Ana Isabel!
Cayetano Toledo Hernández
Gran artículo, Ana, me ha gustado mucho. Te felicito.
Mireya Martínez Fernández
Me hubiera gustado leerte años atrás para encontrar alivio. Sin duda, si no tenemos autocompasión, cuesta mucho cargar con la culpa. Gracias por el artículo.