Por David Moreno Gambín
Participante del Taller de Literatura y Escritura Creativa
Fundación SoyComotu
Un nuevo relato de nuestra sección “Cuéntame un cuento” para refrescar y hacer un poco más llevadero el calor estival. Antes de empezar, una apreciación:
Solipsismo: es la creencia metafísica de que lo único de lo que uno puede estar seguro es de la existencia de su propia mente, y la realidad que aparentemente le rodea es incognoscible y puede, por un lado, no ser más que parte de los estados mentales del propio yo. De esta forma, todos los objetos, personas, etc., que uno experimenta serían meramente emanaciones de su mente y, por lo tanto, la única cosa de la que podría tener seguridad es de la existencia de sí mismo. Por otro lado, todo lo que un individuo supone que está a su alrededor puede que (para él) de verdad exista, pero todas las personas, excepto él, pueden no tener una conciencia ni/o alma y estar controladas por Dios o una deidad.
Érase una vez en un exoplaneta llamado Kepler 438b, una gran guerra perpetrada por dos reinos. El primero se oponía a la individualidad del otro, ya que su cultura se asemejaba. Mientras que el segundo pugnaba por una nación menos colosal y más asequible. Esta guerra, fue una guerra ridícula donde la armada del primer bando contaba con cien mil individuos, fieros guerreros entrenados para matar y el segundo bando solo estaba formado por diez personas, peculiares eso sí, pero la diferencia del número no dejaba de ser importante.
Mientras que el primer grupo estaba formado por guerreros, dragones y osos de batalla, el segundo contaba con 10 personas que se dedicaban a la gestión del imperio, líderes de su imperio y personas indispensables.
Pero nadie es realmente indispensable.
Comenzaron por tirar flechas los soldados que querían aunar los reinos. El cielo negro eclipsado por cada flecha disparada parecía danzar aletargadamente como un cojo.
Justo cuando iban a precipitarse las flechas sobre el segundo bando como una lluvia de muerte, un hombre con aires de caballo, un cabello largo y una cara semejante a la de una cabra comunicó con una lengua casi bífida:
-Dudo que esas flechas valgan para algo.
Instantáneamente las flechas desaparecieron, pero el ejército del primer bando reptó y continuó su marcha.
Dudo siquiera que existamos, que este mundo exista, que tú gran creador que eres la gasolina de este motor exista, dudo que haya mariposas, que el perro ladre, que no seamos sólo tinta añadida al empañamiento preciso de un instrumento…
Todo desapareció como una burbuja y explotó en vísceras de un universo blanco. En un planeta triangular, una gran sala, llena de tubos de ensayo, en esos tubos cerebros ¿Eran de humanos? Y un líquido rojizo.
En una casa un bebé llora, esta plañidera actuación es debida a que la niña demanda a su inexistente madre que le dé el inexistente pecho y así mermar su inexistente hambre.
2 Comments
Carlos
Enhorabuena David. En este cuento te has superado a ti mismo. Has creado un estilo propio en el que el sarcasmo toma el protagonismo. Interesante el análisis de la creencia soliptista. Siempre había tenido esa idea inconscientemente en mi cabeza, pero desconocía que incluso hubiese una corriente metafísica al respecto.
Miguel Angel Quetglas Sanchez
Felicidades David.
No es fácil crear un cuento a partir de una imagen y menos aún hacerlo con la soltura que muestras en este cuento. Si te soy sincero, desconocía el significado del término solipsismo y, de hoy en adelante, no será un concepto que olvide con facilidad.
Un saludo.